domingo, 6 de abril de 2008

Que duro

Por
Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo.Premio Nóbel Alternativo (Estocolmo, Suecia)Presidente de FUNAM.Profesor Titular de Biología Evolutiva en laUniversidad Nacional de Córdoba (Argentina).

Dedicado a la gente del Mocase, y a los expulsados porla soja, la codicia, la ineptitud de los gobiernos,las topadoras y los plaguicidas.Qué duro es sentirse minoría en un país de falsasmayorías.

Qué duro es ver que el gobierno nacional ylos ruralistas luchan entre sí cuando son cómplicesnecesarios del país sojero. Qué duro es ver cacerolasrelucientes y llenas de soja RR en el asfaltocivilizado de Buenos Aires. Que duro es ver lascacerolas renegridas y sin tierra de los campesinos deSantiago del Estero. Que duro es ver a los estudiantesde universidades argentinas con sus carteles de apoyoa los ruralistas en huelga, como si Monsanto y el CheGuevara pudieran darse la mano. Que duro es recordarque esas cacerolas relucientes, esos estudiantesmovilizados y esas familias temerosas deldesabastecimiento no salieron a la calle cuando losterratenientes de este siglo XXI expulsaron a familiasy pueblos enteros para plantar su soja maldita. Quéduro es ver la furia ruralista al amparo de reyessojeros como el Grupo Grobocopatel. Qué duro es ver elrostro reseco de Doña Juana expulsada, de doña Juanasin tierra, de doña Juana con sus muertos bajo lasoja. Qué duro es ver que se cortan las rutas para queChina y Europa no dejen de tener soja fresca, y paraque Monsanto no deje de vender sus semillas y susagroquímicos. Qué duro es comprobar, con los dientesapretados, y con el corazón desierto y sin bosques,que nadie habló en nombre de los indígenas expulsadosde sus territorios, de sus plantas medicinales, de sucultura y de su tiempo para que la soja y el glifosatosean los nuevos algarrobos y los nuevos duendes delmonte. Qué duro es ver con las manos y tocar con losojos que nadie habló en nombre de los campesinosechados a topadora limpia, a bastonazos y a decisionesjudiciales sin justicia para que ingresen elendosulfán, las promotoras de Basf y las palasmecánicas con aire acondicionado. Qué duro es saberque nadie habló en nombre del suelo destruido por lasoja y por el cóctel de plaguicidas. Qué duro escomprobar que muchos productores, gobiernos yciudadanos no saben que los suelos solo son fabricadospor los bosques y ambientes nativos, y nunca por loscultivos industriales. Qué duro es saber que parafabricar 2,5 centímetros de suelo en ambientestemplados hacen falta de 700 a 1200 años, y que lasoja los romperá en mucho menos tiempo. Qué duro esrecordar que el 80% de los bosques nativos ya fuedestrozado, y que funcionarios y productores no ven ono quieren ver que la única forma de tener un país mássustentable es conservar al mismo tiempo superficiesequivalentes de ambientes naturales y de cultivosdiversificados. Qué duro es observar cómo se extingueel campesino que convivía con el monte, y cómo loreemplaza una gran empresa agrícola que empiezairónicamente sus actividades destruyendo ese monte.Qué duro es ver que el monocultivo de la soja reflejael monocultivo de cerebros, la ineptitud de losfuncionarios públicos y el silencio de la gente buena.Qué duro es saber que miles de Argentinos estánexpuestos a las bajas dosis de plaguicidas, y quemiles de personas enferman y mueren para que China yEuropa puedan alimentar su ganado con soja. Qué duroes saber que las bajas dosis de glifosato, endosulfán,2,4 D y otros plaguicidas pueden alterar el sistemahormonal de bebés, niños, adolescentes y adultos, yque no sabemos cuántos de ellos enfermaron y murieronpor culpa de las bajas dosis porque el estado no haceestudios epidemiológicos. Qué duro es saber que losbosques y ambientes nativos se desmoronan, que lascuencas hídricas donde se fabrica el agua soninvadidas por cultivos, y que Argentina estáexportando su genocidio sojero a la AmazoniaBoliviana. Qué duro es comprobar que las cacerolasrelucientes son más fáciles de sacar que las topadorasy el monocultivo. Qué duro es comprobar que en nombrede las exportaciones se violan todos los días,impunemente, los derechos de generaciones deArgentinos que todavía no nacieron. Qué duro es verlas imágenes por televisión, los piquetes y lascacerolas mientras las almas sin tierra de loscampesinos y los indígenas no tienen imágenes, nipiquetes, ni cacerolas que los defiendan. Qué duro escomprobar que estas reflexiones escritas a medianochesolo circularán en la casi clandestinidad mientrasMonsanto gira sus divisas a Estados Unidos, mientraslas topadoras desmontan miles de hectáreas en nuestrochaco semiárido para que rápidamente tengamos 19millones de hectáreas plantadas con soja, y mientrasmiles de niños argentinos duermen sin saber que susangre tiene plaguicidas, y que su país alguna veztuvo bosques que fabricaban suelo y conservaban agua.Muy cerca de ellos las cacerolas abolladas vuelven ala cocina.Dr. Raul A. Montenegro, BiologoPresidente de FUNAMPremio Nobel Alternativo 2004 (RLA-Estocolmo, Suecia).Profesor Titular de Biologia Evolutiva,Universidad Nacional de Cordoba (Argentina)Responder a: montenegro@funam.org.ar

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